jueves, 28 de abril de 2011

La Madrugá (estudio sobre la influencia de una obra musical en la sociedad)

Para hacer mención a una obra musical que haya conseguido influenciar en la sociedad, en primer lugar es necesario señalar cuál es aquella a la que nos vamos a referir. Aprovechando las fechas tan señaladas que acabamos de pasar, me gustaría hacer un especial hincapié en la Semana Santa andaluza y en la importancia que tienen las marchas procesionales en las salidas de tronos y pasos por sus calles.
Una obra para tomar como referencia podría ser La Madrugá[1], compuesta por Abel Moreno Gómez en 1987. Con respecto a su autor, decir que nació en Encinasola (Huelva) en 1944, y que actualmente es compositor, militar, musicólogo y director de orquesta español. Entre su catálogo de obras encontramos de carácter sinfónico, militar, himnos, marchas procesionales y pasodobles, entre otras. Hoy día se encuentra al frente de la Banda de Música del Regimiento Inmemorial del Rey nº1.
La Madrugá, en particular, es una marcha procesional fúnebre, que ha sido interpretada desde su creación en numerosos países y escenarios, no siendo únicamente la calle uno de ellos. Incluso ha llegado a formar parte de la banda sonora de la película Alatriste, creada en 2006 y dirigida por Agustín Díaz Yanes.
 Por lo tanto, hablar de Semana Santa en cualquier lugar del mundo, desde luego, es hablar de Abel Moreno y de La Madrugá.  Qué sería de un Viernes Santo si, entre la multitud silenciosa que se agolpa en las calles a la espera de que la delicada nube de incienso, que ligeramente impregna el aire, se disipe para convertir en veraces las sombras de Jesús y su madre que lentamente se van proyectando sobre las blancas fachadas de su pueblo, no se escuchase un trágico acorde en re menor seguido de unos marcados pasos de timbal y caja, sobre los que se eleva el sonido de unos toques de campana que guían y anuncian el más triste de los finales.
Y aunque es cierto que se trata de un evento de claros tintes religiosos, al igual que cuando escuchamos el famoso décimo movimiento de la Pasión según San Mateo de Bach apreciamos su magnífica elaboración musical y percibimos esa sensación de alegría y júbilo, nos ocurre con esta obra.
Aunque fuésemos totalmente capaces de despegar la pieza del contexto y la función en y para la que fue creada, a mi parecer, es imposible no reconocer:  la figura de un hombre que pese a conocer su sentencia, su trágico destino, y éste va poco a poco haciéndose cada vez más pesado sobre su espalda -con la entrada de trompetas y trombones- nunca pierde la esperanza y lo acepta como tal, apoyado sobre una armonía mayor y un bello contrapunto, diálogo entre razón y corazón, entre clarinete y saxofón; y, pese a que existen caídas y tropezones (reexposición del tema principal), poco a poco va superando todas las adversidades que se anteponen en su camino hasta llegar a elevarse sobre ellas y, de alguna forma, convertirse en “inmortal”, pues no hay mayor muerte que el temor a ella misma, ni más longeva vida que el ser un ignorante frente al miedo.
Pues bien, es esta una de las sensaciones que transmite esta “performance”, en la que la música es uno de los factores claves, en todos los pueblos andaluces durante la Semana Santa. La gente extrapola la Pasión a sus vidas personales, y sean o no creyentes, se comparan con la figura de un hombre que luchó hasta convertirse en inmortal. Es aquí, donde este arte cobra un papel fundamental como elemento que termina de envolver y hacer más íntimo el entorno, sobrecogiendo auditivamente a la multitud.


[1] La Madrugá se le llama también a la noche de Viernes Santo sevillana, donde la Virgen de la Macarena (una de las figuras más relevantes) entra en “La Campana” (calle destacada de Sevilla) con esta marcha.